El Sol me abofetea la cara, un crujido en la pupila y durante un segundo: RESPLANDOR.
Sonoro y ciego resplandor que retumba en mi cabeza, ínfimamente eterno.
Ray-Ban enfundadas y sigo mi camino.
Personas alrededor, nadie mira, quizá porque ya no esté y solo sea la sombra de aquel resplandor, o al menos eso prefiero pensar yo.
Empiezo a sentir esa falsa falta de gravedad, me ato a la tierra con el sonido de mis pasos: decididos, monótonos y rotundos, precisos como el tic-tac del reloj que nunca llevo en la muñeca derecha.
Me distraigo, un niño me observa divertido y, sin venir a cuento, ocurre: lo vuelves a conseguir, has vuelto a ocupar tu sitio de siempre, del que nunca te fuiste, justo en el centro de mi frente.
Sonoro y ciego resplandor que retumba en mi cabeza, ínfimamente eterno.
Ray-Ban enfundadas y sigo mi camino.
Personas alrededor, nadie mira, quizá porque ya no esté y solo sea la sombra de aquel resplandor, o al menos eso prefiero pensar yo.
Empiezo a sentir esa falsa falta de gravedad, me ato a la tierra con el sonido de mis pasos: decididos, monótonos y rotundos, precisos como el tic-tac del reloj que nunca llevo en la muñeca derecha.
Me distraigo, un niño me observa divertido y, sin venir a cuento, ocurre: lo vuelves a conseguir, has vuelto a ocupar tu sitio de siempre, del que nunca te fuiste, justo en el centro de mi frente.
Ahora lárgate ya, que yo seguiré mi senda.
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